lunes, 26 de mayo de 2008

De la patria de los sueños


Cómo recupero esos sueños? Esa es la pregunta. Esos callejones temerarios en los que me encontré intentando escapar del ataque de sujetos extraños de los cuales uno me acechaba fumando en pipa, otro se deslizaba desde un techo por un árbol seco mientras yo alertaba a mi primo que huyera con la cámara de video.
Qué produjo en mí la imagen de un líder de lo otro como de dos metros y un poco más con una cara desfigurada, una especie de Depredador un poco más humanoide que evidenciaba un poder superador e intentaba hablar por una boca sanguinolienta y deforme?
O esa gorda vestida con un sensual camisón de tul lila y cabellos anaranjados brillantes los cuales se cepilla sensualmente mientras me mira a traves de una cortina de caireles?
O esos espacios inverosímiles en los que se amontonan camas, mi abuela, la esposa de un amigo escribiendo un ensayo a lo lejos y yo deambulando perdido?
Sueño. Que hermosa actividad. Que despliegue de significados ocultos. Sufro, padezco, gozo, deambulo, alucino. Algo me queda de esa galería de desvaríos impredecibles, trato de no perderlo aunque quizás sea esa la naturaleza más intrìnseca de las secuencias que producimos mientras dormimos, la de lo efímero, lo pasajero, lo inasible. El sueño en su dimensión más fantástica y frágil, ese es el que nunca podré recuperar, sin embargo de la emergencia insólita de escenas grotescas o abominables creo que algo queda impreso en algún lado. Algo me traigo de esa patria de miedos y juegos, de evocaciones, obsesiones, desfiguraciones y alusiones macabras. Me parece que de los sueños, la tierra del sinsentido también se alimenta nuestro espíritu.

sábado, 17 de mayo de 2008

Una alegría inesperada


Voy a escribir en tercera persona, pensó. Es un buen recurso para ejercitar el distanciamiento respecto del padecimiento propio, siguió convenciéndose.
Estaba en el medio del armado de esas estrategias más bien débiles y desesperadas que firmes y racionales cuando le empezó a subir una especie de bienestar inesperado, injustificado. Así, repentinamente, las cosas le empezaron a parecer que andaban bien. En lo personal ese tipo de emociones me suelen asomar luego de un buen café con leche a la mañana, cuando el sol inunda la calle por la que vuelvo del bar a mi casa. Sí, estoy casi seguro de que fue una sensación como esa, pero mientras yo puedo llegar a inferir que le debo esa alegría serena y optimista a los efectos de la cafeína en combinación con el aire matinal, él, en un primer momento no tuvo objeto en el cual ubicar la causa de su estado. Y puedo asegurar que su naturaleza es tan o más racional que la mía, y digo racional aludiendo a esa actitud de tratar siempre de establecer una lógica precisa de los hechos, de poder situar las causalidades de un modo visible y demostrable, objetivo digamos. Es decir que no se trata de alguien dado a las efusividades fáciles, a la emoción espontánea. Su conciencia suele mantener cierto control de las situaciones, lo cual no le impide entregarse intensamente a los vaivenes de su estado de ánimo, lo cual, de todas maneras, siempre ocurre dentro de una considerable visibilidad de sus móviles y circunstancias.
Este no era el caso. Una alegría inesperada y carente de todo móvil crecía sin pausa. Quizás porque no pudo lidiar con un fenómeno interno al cual no pudiera adjudicarle una lógica fue que comenzó a sospechar que de alguna manera su complejo aparato perceptivo estaba registrando un fenómeno que le provocaba ese intenso estado de bienestar. Y, siguiendo esa línea de reflexión, comenzó a entender que se sentía así porque le estaba llegando el registro de ella que a su vez estaba pensando en él. Si, así es, como deduciendo un enigma matemático o un problema de ingenio pensó: esto que siento me lo produce que ella esté pensando en mi, es más, me está extrañando, siento que en estos momentos estoy en su mente, mi imagen está en su cabeza y como un reflejo, como si hubiera una interacción entre las evocaciones y los estados de ánimo, ella recordándome, reconstruyéndome en su mente produce un efecto enfervorizante en mí, renazco, revivo, recompongo mi ánimo. Le resultó convincente su explicación, consideró que su estado era la prueba fehaciente de tales hipótesis. Su lectura se le volvió verosímil, es más, se dijo desafiante, debía permitirse pensar de un modo positivo con pruebas a la vista. Por una vez debía confiar en que sus percepciones, que esta vez imaginaban una realidad amable, favorable, también podían ser acertadas, cosa que solo acostumbraba a hacer cuando estas prefiguraban escenarios de catástrofe, rupturas, el fin de la pasión en ella y cosas de ese estilo.
Ese estado, como si hubiera sido una droga, duró en sí algo más de una hora, se fue diluyendo, sin que él dejara de pensar que efectivamente ella lo recordaba. Continuó en él cierta aurea de positividad durante casi todo el día. Yo, honestamente, no sé si creerle, pienso más bien que a veces la desesperanza puede convertirse en una sensación agradable no importa lo intrincado del proceso que la lleve a ese puerto.

miércoles, 7 de mayo de 2008

domingo, 4 de mayo de 2008

Un momento feliz


Un momento pleno, un instante colmado de amor. Acá lo dejo. Capturado con precisión.
Es simple, básico, amoroso. En ese instante sin dudas soy feliz, ese instante es la felicidad.
Es frágil, fugaz, extremadamente finito.
Pero es, tiene su imagen, tiene su luz, sus sonidos, sus pausas.
Ella, mi hija lee, sentada en la cama se sumerge en las aventuras del hijo de un Dios que realiza proezas a favor de un tirano. Y yo simplemente la peino. Me detengo encantado en ordenar sus cabellos todavía húmedos y perfumados.
El cepillo va abriendo surcos en las marañas enredadas de su melena castaña.
De a poco, pacientemente reorganizo ese caos capilar que se armó cubierto por un toallón después del baño.
Sentado, mientras lee me dedico a su cabello y a la vez me encuentro y encuentro un lugar, por un instante al menos, encuntro un lugar en el mundo, amoroso, tierno y frágil a la vez.
Sentado, mientras ella lee, trazando senderos cepillo en mano soy feliz, momentáneamente si, pero intesa y plenamente feliz.

sábado, 3 de mayo de 2008

Ese que me mira

Algo de exhibicionismo, algo de diluído pudor, como si la intimidad se metiera en una vitrina decorada y vistosa. Es cierto algo de todo eso tienen estos espacios digitales. Desconciertan, ponen todo encima de todo y nadie sabe que vale o que no.
Bueno puede ser y quizás sea ese su sentido en realidad, un estallido de manifestaciones, un nuevo cosmos de expresión. La ruptura irremediable de toda jerarquía discursiva, de toda referencia, y entonces pienso, ante las reacciones airadas ante tanta exposición banal pero de tamaña accesibilidad que mejor se puede hacer que aprovechar y producir.
Yo trato de hacerlo y dejo aquí en esta ventana que mira mis huecos, posados, adheridos, mis temores. Subo a la web fragmentos sin orden ni lógica y las cargo en un espacio que me espera todo el tiempo que yo quiera. Esta vez y para afianzar la naturaleza evocatoria viene un yo de muy atrás.
Me mira, ese que era me mira. Si, no se confundan detrás de ese enorme par de cristales sostenidos por un mastodóntico armazón se encuentra un yo, por esas cosas de la identidad, la memoria y otras estrategias discursivas que nos sostienen, ese yo soy yo hace tiempo. Estrávico, ya desde entonces, quiere interrogarme con ojos descontrolados, desparejos.
Ese que era toma la comunión. Sus padres lo vistieron con orgullo y peinaron con gomina. Y, creo, él no tiene muy en claro que hace ahí más que cumplir con la puesta en escena completa que asegura que una familia de clase media incorpore definitivamente a su primogénito al reino de un Señor que una década atrás aseguraban que no existía (si algo destaca el cuidado y esmero familiar yo diría que es la precisa solapa del saco). Observo, enmudecido por una sutil congoja mezcla de nostalgia y pena, la piel de ese niño desorientado, es la misma, creo, que toco en este momento, pero esa aún tiene la tersura infantil, esta ya perdió a costa de miles de brisas, sopapos, lluvias, miradas esquivas y soles esa delicada consistencia, aún así la de hoy recubre mejor mis propios anhelos, alberga y contiene con mayor eficacia, deseos y angustias de las que me siento con una soberanía que esa criatura, sé de lo que hablo, no tenía. Algo he ganado en este tiempo y se lo dedico en gran parte a ese intrigado y anteojudo infante.
Bien, me he exhibido en un doble sentido, pretérito y actual y no me siento vacío, me siento un poco mejor.