La película recupera una historia que es tan rica, tiene tantos elementos, tantas dimensiones que me hizo pensar en varias cosas a la vez.
Cucho supo, sabiamente, afirmarse en el costado más íntimo, amoroso y poético de los hechos. Tratándose de situaciones reales ocurridas durante la última y sangrienta dictadura militar no es poco el mérito. Proyecto... es la historia de una ilusión íntima, desesperada y erótica nacida entre las rendijas de los crueles macizos penitenciarios, forjada de complicidades improbables (historia de seducción con complicidad activa del padre de la novia) y construye un emblema tan paradójico y encantador a la vez (un amor nacido en medio del horror sangriento y desbocado) que uno no puede menos que conmoverse y esta vez la emoción surge más allá de consignas e ideales sociales.
Y sigo pensando, llevado por las circunstancias que el relato me brindó. El mundo de la palabra escrita e íntima, el poder del deseo ante la desesperanza y la crueldad, ante el peso de los días, meses y años, el cautiverio engendrando un amor pleno, completo, hondo. La debilidad emocionante de la brutalidad represiva ante estas fuerzas. El inmundo servicio de los medios de comunicación al plan represivo.
Me sorprende y reconforta el hecho de que esta vez la película disparó reflexiones por sí mismas y Cucho, sus logros, la vida compartida, las discusiones, los desacuerdos, las euforias entre tantas otras cosas que compartimos, quedaron difusas ante la potencia de la historia. Me sentí orgulloso de eso, del valor de la obra, hecha por mi amigo, que vi.