Se me apareció de nuevo un recuerdo, aprovecho y lo registro ante futuras -y probables- disipaciones.
Hermoso pasaje adolescente. Sábados. Altillo, Colegio Nacional de Banfield. Juan Chaves y Héctor Nogués impulsaban la irreverente empresa de iniciarnos en la actividad teatral. Pasábamos ahí un montón de tiempo, que incluía también funciones nocturnas. Jetattore, El Burgués Gentilhombre, El Grito Pelado, El baile de los ladrones. Hubo otras.
Ejercicios actorales (me acuerdo de los de relajación y respiración), preparación de las obras, amistades. Quienes habitamos ese tiempo y ese espacio cada vez que queremos recordar momentos vitales y plenos recurrimos al Altillo sin vacilar.
Pero en este caso el recuerdo también incluye a mis padres, siempre acompañando, aún más, sumándose con infrecuente generosidad.
Uno de esos sábados ellos esperaban mi llegada para un habitual almuerzo en un restaurante cercano al Colegio (ritual clase media 100%), pero la actividad, los ensayos, el estar siendo adolescente de un modo tan intenso y dramatúrgico me demoró al punto que ya no me esperaron. Lejos de reprochármelo fueron más allá y aceptaron que fuera luego a comer con Mau y El Gallego (los tres con personajes en El Burgués...) dejando pago el gasto.
Los tres, dos de 17 o 18 y yo 14. Mesa de elegante restoran banfileño, mirando la carta ante un mozo amable y hasta compinche. No recuerdo mucho más del entorno. Me pregunto de que habremos hablado, de cuantas cosas reímos en esa tarde. Fue un tiempo sin fisuras, intenso, pleno.
Algo físico me pasa. Latidos, cosquilleo en la panza, agitación leve. No se, debe pertenecer a la fisiología propia de evocar momentos hermosos.