La idea de que el consumo define lo que somos. Consumiendo somos.
Nuestra vida se determina por hitos del consumo. El cambio de auto, los destinos turísticos, indumentarias, perfumes, electrodomésticos, aparatos tecnológicos, artefactos de toda índole. La experiencia humana transcurre en un gran mercado. Escenario de la existencia. El sueño liberal consumado.
Una de dos, o el precepto es incorrecto o hay que precisarlo, revisarlo, enmarcarlo.
Hay un consumo espiritual versus uno material?
¿Se puede ampliar, metaforizar, desanclar al acto de consumir de sus connotaciones frecuentes?
No suena bien, ya se, pero podríamos decir: los que sostenemos un interés por la filosofía somos consumidores de obras filosóficas. La lista puede ser extensa: la jardinería, la lectura, la cocina, la pintura. Cada uno consume de acuerdo a sus intereses.
Seguiríamos en la lógica de que somos lo que consumimos pero diversificando, espiritualizando los productos consumidos.
Pero que somos además de consumidores?
Se puede decir: aunque hacer algo no es consumir inevitablemente cualquier actividad supone insumos y eso nos incorpora a alguna dinámica de demandas y requerimientos, o sea, nos convertimos en consumidores.
Clasificación posible: dos tipos básicos de consumo. Uno aquél que se inscribe en un proceso, donde habría un "para qué". Otro que más bien consistiría en un fin en si mismo, un tipo de consumo que se concluye en su propia acción. Un consumo que en su propio ocurrir nos realiza. En este caso el vínculo con lo que se consume se llena de metafísica, ya que no hay a simple vista ninguna razón práctica, material, operativa, circunstancial sino una espécifica forma de gozar por parte del consumidor. Se podría decir que es una relación colmada de ideología, aún más se puede arriesgar que en el consumo es hoy (de nuevo: siempre habrá sido así?) donde la ideología dominante juega su partida más exitosa y eficaz. Se ha dicho ya y de maneras mucho más elaboradas y lúcidas, pero bueno, tampoco está demás insistir.
viernes, 28 de febrero de 2020
lunes, 17 de febrero de 2020
Civilización. Notas.
La idea de civilización. Implícitos de un término.
Se me cruza una sentencia: se trata de un concepto de esencia imperialista.
Rastreo.
Origen del término. La civitas romana. Una mutación de la polis griega. Una de las unidades conceptuales clave del imperio romano. Entonces la sentencia algo de asidero tiene: la raíz del concepto se acuñó en el seno de un imperio.
El libro Palabras Clave de Williams (librazo, temazo ese de la historia de las palabras, sus recorridos, sus apariciones, usos). Ahí se habla de cómo fue apareciendo la palabra. Inglaterra y Francia, S XVI y siguientes, alternan en usos de la palabra latina civis. Parece que arranca con la aplicación en causas penales que pasan a un fuero que se denomina civil. Por aquél entonces aparecen las primeras menciones a la sociedad civil. La emergencia de lógicas del poder que se desprenden del absolutismo, otro proceso complejísimo (Intento no negar cierta admiración al analizarlo y a la vez mantenerme a salvo del etnocentrismo en el que tantos suelen desembocar ante emociones similares). O sea, una más de las tantas etapas y procesos que hoy cuando queremos resumir decimos modernidad.
A lo largo del S XVIII el concepto de civilización se afianza para denominar un estadío, una condición de las sociedades que se arma en contraste con la barbarie, su nivel inferior. Pero también alude a un proceso, a un devenir, a una especie de horizonte. El concepto entonces se erige desde una posición que tiene la capacidad de establecer los parámetros universales (dominantes) que rigen para el conjunto, de una u otra manera se imponen al resto de las sociedades.
De este modo la civilización se cristaliza como el término que designa a las organizaciones humanas y es así que se puede hablar de civilizaciones orientales, occidentales, antiguas, modernas, centrales, periféricas. Parece que para principios del S. XIX el romanticismo ya cuestiona este concepto generalizador y propone el término cultura para referir desde una categoría más prescindente a las formas de organización social.
Ha sido un concepto central, legitimador de los procesos de colonización que arrancan en la temprana modernidad. También fue un término central de buena parte de las izquierdas tanto como de los movimientos anarquistas pero en estos casos lo que se denunciaba como barbarie era la codicia capitalista.
Se puede decir que el paradigma civilizatorio con el que se justificaron ocupaciones, genocidios, dominaciones imperiales y toda una variada gama de formas de injerencia por parte de naciones con un determinado desarrollo tecnológico se encuentra en una etapa de casi irreversible decadencia. La fachada civilizatoria pierde vitalidad, fundamento, entereza.
Pero como te digo una cosa te digo la otra: con su declive también se pierden parámetros que no tienen, por el momento, reemplazo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)