viernes, 30 de julio de 2021

Arrepentimiento esencial

 Por ahí porque cuando leo novelas muy buenas (Poeta chileno sin dudas lo es) entro como en un estado de embriaguez discursiva (?) pero también porque hace poco murió Palo Pandolfo y entonces volvieron recuerdos compartidos y entonces se me apareció de nuevo la situación completamente marginal a esa experiencia que ocurrió en el viaje a la Costa que quiero exponer, pero también porque habiendo otros motivos dolorosos que no vienen a cuento, me vienen ganas de hacer una especie de confesión de esas que no buscan el perdón sino más bien el escarnio, la desaprobación pública; es que decidí casi sin meditación alguna volcar esta anécdota ominosa que encierra en mí algo esencial del arrepentimiento, al menos tal como se aloja en mí.

1993. Las fechas se podrían precisar con detalle porque un muy muy amigo en esos días se estaba casando en la misma Gesell adónde estábamos yendo para filmar el clip del tema Playas Oscuras de Los Visitantes. Regatta rojo. En la "avanzada" íbamos seguro la que era entonces mi esposa Clauda y Oski, creo que alguien más venía pero la verdad no lo recuerdo. Ruta 2. Parada entonces obligada en la mítica Atalaya. Café y medias lunas. Hasta ahí todo bien. Cuando estamos saliendo, quizás antes pero seguro en esa caminata desde la mesa hasta la puerta de salida reparo que muy orondo sentado en una mesa disfrutando de su café y medialunas estaba sentado Galtieri, el indultado general, el que antes de Malvinas, bueno es recordarlo, condujo la masacre contra la, también necesito decirlo, demencial operacion Contraofensiva de Montoneros, el que sin dudas fue un actor calificado de todo el terrorismo de estado. ¿Cuántas más aberraciones puedo enumerar de ese ser despreciable, criminal, cobarde, aberrante? Me gustaría trasladar al texto lo que le está pasando a mi cuerpo en este mismo momento al evocarlo.

Lo que jamás me perdonaré, jamás podré asimilar sin indignarme, sin en suma sentir en toda su esencia la experiencia del arrepentimiento es haber sido cómplice de ese burdo y descarado momento, que también era una época, de impunidad. Hoy, en este mismo momento me pregunto cómo no me levante o como no detuve mi partida del lugar y por lo menos no le tiré el café en la cara y le exigí que se fuera del lugar donde estabamos los demás, cómo no le hice sentir que su impunidad no llegaba hasta el lugar donde habitamos los que tenemos memoria y dignidad, como no le hice sentir aunque sea una misera condena de un café en la ropa y un echarlo de un bar en la ruta? No me absuelve en lo más mínimo el "clima de época" (al fin y al cabo en el lugar había bastante gente y el tipo no había recurrido a ningún artilugio que lo camuflara), tampoco el objetivo prioritario del viaje, tampoco el posterior y reparardor juicio y condena que recayó hasta el fin de sus miserables días. 

Quizás la memoria de Palo no merezca esta evocación, poeta, generoso y humilde (que más se puede decir para homenajear a alguien?). Lo cierto es que ese día queda en mi recuerdo como un momento indigno del que no quiero desprenderme no por autoflagelación sino más bien por prevención, por mantener una especie de alerta. Dicen que la vida siempre da una segunda oportunidad.