jueves, 1 de octubre de 2020

Listado de tareas que nunca realizaré. Primera parte


Reescribo una vez más un listado de tareas que probablemente queden solo aquí enunciadas.

1 Escribir una Crítica de la Razón Mediática. Algo así como una fenomenología del accionar mediático, seguro se está haciendo pero por ahí no está conectándose suficientemente con las dinámicas del poder, de la construcción de sentido. Como el dispositivo (soy conciente del riesgo que supone esta categoría) mediático reemplaza, desplaza o al menos relega al dispositivo educativo. Cómo la lógica mediática exige repensar las categorías de ideología, sujeto, conciencia, realidad.

2 Iniciar una reflexión casi terapéutica y sistemática acerca del concepto, futuro, posibilidades, sentido, utilidad, opertaoria de ese dispositivo que llamamos Nación. Digo terapéutica porque necesito pensar qué comparto con muchos "compatriotas" a los que escucho y veo realizando actos que me resultan abominables, repudiables, ominosos que me generan un rechazo radical, absolutamente contundente, una sensación de ajenidad imprescindible, tajante. Entonces se abren las preguntas: ¿Qué posibilidades mantiene ese significante de albergar, identificar, contener, proveer, generar, inspirar, hermanar, emocionar, hacer prosperar, ilusionar, enorgullecer y otras acciones más que se me van a seguir ocurriendo? ¿Serán en cambio los fatales escenarios en los que lidiamos unos contra otros una batalla que sino fuera por la existencia de ese significante Nación no sabríamos bien como darla?

3 Denunciar con métodos impactantes que la mayoría de los conceptos que se manejan en el discurso político propio y ajeno son fósiles o peor aún espectros sin vida, fantasmas del pasado. Primero tendría que desarrollar lo mejor posible la fundamentación pero no de manera muy extensa y más bien espetar ejemplos que los hay de sobra. Soberanía, estado, legitimidad, democracia, desarrollo, industrialización, progreso, bienestar, crecimiento, autonomía, división de poderes, república, seguro voy a encontrar otros pero esta lista de movida da para bastante.

Con estos tres tengo bastante por ahora.

domingo, 12 de abril de 2020

Marcas de la vida en la facultad.

La cosa es así. Hay escenas que resucitan con regularidad. Omisiones, oportunidades malogradas, intentos fallidos, exabruptos, mezquindades.
¿Qué parte de mí es esa suma de fracasos? casi todo diría. Pero algunas vuelven con insistencia, perseverancia. Como si existiera la posibilidad de repararlas. No se, será que las conservo como como faro. Ni consejos ni indicaciones, apenas un listado de errores que perduran en la memoria.
Ese es uno de esos que siempre me acompañará.
Facultad. Carrera de Historia. En vez de un parcial nos proponían hacer un "estado de la cuestión", novedad para mí, implicaba hacer una especie de rastreo de lo investigado hasta el momento sobre algún tema. Lo que uno tenía que elegir era ese tema.
La cátedra de alguna manera nos confrontaba contra nuestros intereses, contra nuestra capacidad de delimitar un área de interés. Nos invitaban a un ejercicio de recorte en el que podíamos actuar creativamente. Hoy entiendo y valoro la propuesta.
Lo que conservo como error y a la vez como marca fue la elección de ese tema, sigue siendo motivo de reflexión (tanto que escribo esto).
Mi propuesta era voluminosa, totalizante, genérica, ambiciosa, abarcativa.
Aunque en el momento no lo percibí así, esa experiencia fue un quiebre. Queda en mí la sensación, y esto es lo que todo el tiempo vuelve, de haber sido pretencioso.
Y cuando digo esto estoy diciendo una de las cosas más duras que puedo decir sobre mi mismo.
Tengo muy presente ese momento y trato de convertirlo en una enseñanza efectiva. Me dominó un ansia absoluta, total. Un anhelo desbocado por "demostrar" una capacidad de análisis superior. Un estado emocional dañino y frecuente.
Se que no habría enseñanza si me quedara en la simple amonestación superyoica. Puedo ver en ese recuerdo algo desbocado, incapacidad de transitar, atravesar, recorrer, habitar zonas de interes, de intriga. Registro la ansiedad vanidosa que no puede serenarse y conectarse con el tiempo de las cosas.
Supongo que los recuerdos no vienen a martirizarnos, al menos no en este caso. Más bien pienso que este tipo de evocaciones pueden ser parte de una acumulación, de crecimiento. Pueden apuntalar un programa, una posibilidad, una recuperación. En eso seguiremos insistiendo.

viernes, 28 de febrero de 2020

Pochoclo ideológico

La idea de que el consumo define lo que somos. Consumiendo somos. 
Nuestra vida se determina por hitos del consumo. El cambio de auto, los destinos turísticos, indumentarias, perfumes, electrodomésticos, aparatos tecnológicos, artefactos de toda índole. La experiencia humana transcurre en un gran mercado. Escenario de la existencia. El sueño liberal consumado.

Una de dos, o el precepto es incorrecto o hay que precisarlo, revisarlo, enmarcarlo.
Hay un consumo espiritual versus uno material?
¿Se puede ampliar, metaforizar, desanclar al acto de consumir de sus connotaciones frecuentes?
No suena bien, ya se, pero podríamos decir: los que sostenemos un interés por la filosofía somos consumidores de obras filosóficas. La lista puede ser extensa: la jardinería, la lectura, la cocina, la pintura. Cada uno consume de acuerdo a sus intereses.
Seguiríamos en la lógica de que somos lo que consumimos pero diversificando, espiritualizando los productos consumidos.
Pero que somos además de consumidores?
Se puede decir: aunque hacer algo no es consumir inevitablemente cualquier actividad supone insumos y eso nos incorpora a alguna dinámica de demandas y requerimientos, o sea, nos convertimos en consumidores.
Clasificación posible: dos tipos básicos de consumo. Uno aquél que se inscribe en un proceso, donde habría un "para qué". Otro que más bien consistiría en un fin en si mismo, un tipo de consumo que se concluye en su propia acción. Un consumo que en su propio ocurrir nos realiza. En este caso el vínculo con lo que se consume se llena de metafísica,  ya que no hay a simple vista ninguna razón práctica, material, operativa, circunstancial sino una espécifica forma de gozar por parte del consumidor. Se podría decir que es una relación colmada de ideología, aún más se puede arriesgar que en el consumo es hoy (de nuevo: siempre habrá sido así?) donde la ideología dominante juega su partida más exitosa y eficaz. Se ha dicho ya y de maneras mucho más elaboradas y lúcidas, pero bueno, tampoco está demás insistir.

lunes, 17 de febrero de 2020

Civilización. Notas.


La idea de civilización. Implícitos de un término.
Se me cruza una sentencia: se trata de un concepto de esencia imperialista.
Rastreo.
Origen del término. La civitas romana. Una mutación de la polis griega. Una de las unidades conceptuales clave del imperio romano. Entonces la sentencia algo de asidero tiene: la raíz del concepto se acuñó en el seno de un imperio.
El libro Palabras Clave de Williams (librazo, temazo ese de la historia de las palabras, sus recorridos, sus apariciones, usos). Ahí se habla de cómo fue apareciendo la palabra. Inglaterra y Francia, S XVI y siguientes, alternan en usos de la palabra latina civis. Parece que arranca con la aplicación en causas penales que pasan a un fuero que se denomina civil. Por aquél entonces aparecen las primeras menciones a la sociedad civil. La emergencia de lógicas del poder que se desprenden del absolutismo, otro proceso complejísimo (Intento no negar cierta admiración al analizarlo y a la vez mantenerme a salvo del etnocentrismo en el que tantos suelen desembocar ante emociones similares). O sea, una más de las tantas etapas y procesos que hoy cuando queremos resumir decimos modernidad.
A lo largo del S XVIII el concepto de civilización se afianza para denominar un estadío, una condición de las sociedades que se arma en contraste con la barbarie, su nivel inferior. Pero también alude a un proceso, a un devenir, a una especie de horizonte. El concepto entonces se erige desde una posición que tiene la capacidad de establecer los parámetros universales (dominantes) que rigen para el conjunto, de una u otra manera se imponen al resto de las sociedades.
De este modo la civilización se cristaliza como el término que designa a las organizaciones humanas y es así que se puede hablar de civilizaciones orientales, occidentales, antiguas, modernas, centrales, periféricas. Parece que para principios del S. XIX el romanticismo ya cuestiona este concepto generalizador y propone el término cultura para referir desde una categoría más prescindente a las formas de organización social.
Ha sido un concepto central, legitimador de los procesos de colonización que arrancan en la temprana modernidad. También fue un término central de buena parte de las izquierdas tanto como de los movimientos anarquistas pero en estos casos lo que se denunciaba como barbarie era la codicia capitalista.
Se puede decir que el paradigma civilizatorio con el que se justificaron ocupaciones, genocidios, dominaciones imperiales y toda una variada gama de formas de injerencia por parte de naciones con un determinado desarrollo tecnológico se encuentra en una etapa de casi irreversible decadencia. La fachada civilizatoria pierde vitalidad, fundamento, entereza.
Pero como te digo una cosa te digo la otra: con su declive también se pierden parámetros que no tienen, por el momento, reemplazo.